Hace unos años un amigo y yo hablábamos de una serie que nos gustaba. De un personaje de esa serie. De un personaje femenino interpretado por una actriz gorda. Gordísima. Le comentaba que, en una temporada concreta de esa serie, la actriz se había puesto todavía más gorda. Y él me comentaba que tampoco tenía nada de malo, que él la veía monísima, que a él le gustaban gorditas, que nuestra amiga común X, gorda (dejémonos de eufemismos para este tipo de cosas), le parecía físicamente rayando en la perfección, precisamente por sus carnes. Eso, y una oda a la carne, me soltó. Este amigo, cuando le dije que a mi la gordura me parecía fea, especialmente fea, cuando la gente gorda se bamboleaba al andar, que no es estético ni mucho menos sano, que nadie, pudiendo elegir, quiere estar gordo... Este amigo, repito, se mostró ofendidísimo ante mi "superficialidad" y mi incapacidad para "valorar a las personas por su interior". Pues la novia que se echó, delgada. Delgad