En clase de Spinning
Ante las presiones del monitor del gimnasio y de una de las chicas con la que suelo coincidir mientras hago máquinas, esta semana me he decidido y he empezado a entrar en las clases de spinning. Mi única experiencia con ello fue hace unos cuantos años, en un gimnasio megapijo, donde todo el mundo ya tenía currado el tipazo y aguantaba la clase sin soltar ni un gemido. ¿Resultado? No volví. Pero esta vez ha sido diferente, porque me han prometido que con esto de la bici se pierden quilos que da gusto y la chica que me picaba apenas se había metido cuatro días en clase. El monitor, un señor forzudo con una ropa muy apretada, me ajusta la bici, me pregunta si tengo problemas de corazón, rodilla o espalda y me explica las posiciones de las manos y de la resistencia de la bici. Comienza la clase y antes de que termine la primera canción me quiero morir. He conseguido levantar el culo del sillín cuando lo ha dicho el forzudo pero no he aguantado todo el tiempo pedaleando en esa posic