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Mostrando entradas de septiembre, 2011

Primer lunes otoñal, esperando que nada salga mal

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Con temperaturas veraniegas (hace más calor que en agosto) hemos recibido en Huelva al otoño. Con las playas llenas. Ole. Y con mi primer resfriado. Ole. Y es que mi D, que es un surtidor de mocos, me lo ha pegado por lo tanto he estado tooodo el fin de semana en stand by sin poder hacer absolutamente nada de provecho, más que dormir y estar lo más recuperada posible para afrontar la semana, esa que preveo intensa. Mis alumnos se han dado cuenta de que ya no están en primero, sino en segundo (cosa seria), así que les estoy apretando las tuercas cosa mala porque no me da la gana de que niños válidos se me queden por detrás. Y los niños no válidos también van a ir p'alante porque me voy a asegurar de ello. Para que esto ocurra es imprescindible que vuelva a ser la maestra dinámica cual Paula Vázquez presentando un programa y que esté totalmente atenta a lo que pasa en mi aula y lo que hace y a qué ritmo cada uno de mis alumnos. Además este curso completo mi horario lectivo con

Trago con todo

Ser maestra, como en cualquier trabajo donde te has de relacionar con otra gente, depara momentos tremendamente surrealistas. 9:00 AM Voy camino de la filita de alumnos para subir a clase, cuando una madre me aborda. - Mira, que la niña viene mala. - Ya, ¿y por qué me la traes, si está mala? - Bueno, mala mala no está, pero tuvimos que ir corriendo a urgencias y todo. Miro fijamente a esa madre. Pestañeo. - ¿Y qué le pasa a la niña para no estar mala y tener que ir a urgencias? - Que se ha tragado una moneda. - Ya. - De dos euros.  Silencio. - Ya. - Y como la vez anterior tardó nueve días en echar la moneda pues ahora no la voy a tener tanto tiempo en casa. Ojo, la vez anterior. - Ya. - Y ha estado vomitando. - Ya. Pues si hace caca, ¿qué hacemos? Porque no es mi función buscar calderilla en las caquitas. - Yo por si acaso te doy mi teléfono.  La señora me da un papelito con su número de móvil y se va, tan pancha. 9:05 AM Reparto los libros de lengua y ob

Preparados, listos... ¡lunes!

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He intentado pasar el fin de semana en feliz aislamiento, haciéndome las manos, cocinando cosas ricas y poniéndome al día con la plancha. Lo he conseguido solamente a medias. Vaya por Dios. O me quedo con lo positivo u os cuento que a marido, de pronto, le ocuparon currando las tardes del fin de semana, o que uno de los muebles del baño ha intentado suicidarse desprendiéndose de la pared y precipitándose al suelo con todo su contenido, llevándose por delante en su maniobra kamikaze un lápiz de ojos de Sisley, uno de KIKO (el que más ha dolido, pese al precio) y un par más poco dignos de mención. El recuento de daños queda, afortunadamente, en eso y en el infortunado mueble. Hoy recibo el lunes con la cara más lisa que el viernes debido a la cura de sueño, con ganas de hacerme un cambio de look radical que veremos a ver por dónde me sale porque miedo me doy en estos casos y con unas ganas tremendas de que bajen un poco las temperaturas porque trabajar con los niños a más de treinta gr

Delante de la tele

Desde que tengo Imagenio disfruto de varios canales de documentales, que son una de las cosas que más me gustan del mundo. Hoy, mientras me decidía a reducir la montonera de ropa que esperaba pasar por la plancha, me puse a ver uno que se titulaba "El primer trasplante de cabeza de la historia" (o algo similar). Como acababa de ver uno donde se analizaba, desde un supuesto punto de vista científico, lo que ocurriría si nos invadieran los extraterrestres pensé que estaba ante otra producción del mismo corte de imaginemos qué tal si pasase tal cosa. Pues no. Se mostraba, con imágenes y testimonios originales, una serie de experimentos que se llevaron a cabo, principalmente en los años '50 del s. XX, trasplantando cabezas, cerebros y otra serie de horrores en perros, monos y similares, que sorprendemente sobrevivían a las intervenciones y eran exhibidos como prueba de los adelantos de la ciencia médica. Ya con mis estómago revuelto gracias a algunas imágenes, y realm

Semana a tope

La primera semana con los niños en clase es un tremendo caos. No tenemos los libros de texto, no están impuestas las rutinas que tan bien vienen a maestros y alumnos y además están todos acostumbrados a esa vida laxa del verano donde se duerme, come, bebe, se grita y se hace pis cuando al cuerpo le viene en gana. Sumamos a estos unas temperaturas máximas en la semana bastante por encima de los treinta grados que han hecho, literalmente, que los nenes de mi clase se quedasen pegados a las sillitas del sudor, que la maestra abriese y cerrase la boca como los peces fuera del agua y que montarse en el coche para volver a casa fuese una auténtica tortura. La maestra, esta que os habla, ha notado a lo largo de la semana cómo le crecían las ojeras; en serio, noto cómo la piel se me estira hacia abajo y se me ennegrece el contorno. No falla, lo noto físicamente y cuando me miro al espejo es así. Estoy hecha un cromo. Además, en lo personal hubo quien necesitó de mi el lunes, el martes, e

¿Cuándo se sale al recreo?

En mi aula del año pasado, aquella que tenía espacio suficiente como para jugar en el suelo los días de lluvia, no había reloj. En primero de Educación Primaria se empieza a estudiar las horas y pedí por activa y pasiva que el austero equipamiento de mi clase tuviese un reloj, aunque fuese de los chinos. Como si fuese una broma, el equipo directivo tuvo a bien cederme uno que rulaba por el colegio. De juguete. Este año, en mi aula de Pin y Pon bien avenidos, luce sobre la pizarra un reloj de plástico. Yo, que salté de alegría al verlo, me abstuve de exteriorizar mi triunfo no fuera a venir alguien muy largo a llevarse mi tesoro. Y ahí quedó. Hoy, primer día a tiempo completo dando clase a mis 27 retoños (el número 28 ha emigrado hacia otro colegio así, de pronto), he ejercido el derecho de no contestar a las preguntas que requerían la hora, y me he dedicado a señalar el reloj. En un momento dado mis nenes, que solamente saben las horas en punto y las medias, me dicen que cuánd

Mediados de septiembre, lunes permanente

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Hoy día doce de septiembre, sin que haya dado mucho tiempo a preparar materiales (ni siquiera han llegado al colegio los libros de texto) ni muchas otras cosas, recibimos en el cole a los niños. Para mi, que soy una fanática de no perder ni un minuto (prefiero ir avanzada en el temario que atrasada) es un grave contratiempo, así que hasta que no sea posible avanzar haré repaso, repaso y repaso. Este año tengo a mi cargo 28 almas de las cuales dos están repitiendo curso. Mis 28 almas entre siete y ocho años se van a apiñar en un aula minúscula que da a una calle transitada, y donde pega el sol a plomo. Eso del sol es algo que agradeceremos cosa mala a partir de noviembre, pero esta semana nos vamos a cagar. O a morir de una lipotimia, me lo veo venir. Al margen de eso, y también en lo laboral, me han propuesto llevar a cabo una tarea no obligatoria, la cual no he tenido que sopesar mucho para tener clarísimo que me iba a suponer muchas más penas que alegrías. Muchas más. Y mira, no.

Los lunes deberían prohibirse

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Qué mal llevo el retorno a la rutina. Bueno, perdón, qué mal llevo estos días en los que el trabajo de maestra difiere tanto de nuestro trabajo día a día con los niños. Adaptar documentos a la nueva legislación, preparar las clases y soporíferas reuniones de organización y coordinación. Como me dijo mi madre el otro día "estaréis charlando y eso, ¿no?". Ojalá fuera tan liviano, pero no, no vamos a echar el rato. Como en todo trabajo es por trabajar que nos pagan. La semana, además, me viene llena de planes para las tardes, así que mucho me temo que llegaré a la siesta del viernes con muchísimas ganas. Una de las cosas que creo que tendré que plantearme hacer es empezar a guardar la ropa de verano veranísimo porque o cambian mucho las temperaturas o con 26ºC de máxima (lo que estamos rondando) no apetece ir en tirantas. Con respecto al curro, toca echar mucho tiempo en casa preparando materiales. Pero oye, deseando empezar con los niños que estoy, porque a mi esto de tra