Mi sobrino hizo la comunión ayer en la capilla de su colegio. Sí, mi sobrino, el ingeniero de gomas . Casi una hora antes del inicio previsto estábamos ya ocupando el asiento de la capilla del colegio, con un cartelito donde ponía que eso era para nosotros. Mi vestido-joya y yo habíamos tenido muchas dificultades en llegar, sobre todo por ese corte estrechito en la parte de la falda que me hizo llegar al colegio con pasitos de geisha. Veinte minutos más tarde de la hora prevista mi chiqui avanza el primero, al lado de una niña vestida de blanco, muy formalito y con cara de feliz, mirando al frente. Qué guapo es, cómo mejora la especie, me quedé pensando. La ceremonia fue larga y pesada, como todas, amenizada por un coro que, al menos, no desafinaba. Al nene de la comunión lo atisbé brevemente a ratos entre las cabezas del personal. Mi sobrina mayor, en plena explosión adolescente, y con un modelito del Berska, ponía cara de hastío como corresponde con su edad... Curiosamente hace cuatr