Las personas, desde bebés, tienen su propia personalidad y es fácil al ir conociendo al crío ver por dónde va a tirar en la vida. No voy a entrar en el debate eterno de si la personalidad es innata o adquirida, porque seguramente parte y parte, y yo hoy voy a hablar de la parte innata, de esa que aflora desde el nacimiento y que nadie nos enseña. Mi trabajo es, en gran parte, tener contacto con gente; mayormente gente bien jovencita, sí, pero gente con todas las letras y con una personalidad muy marcada. Tanto es así que podríamos hasta etiquetarlos (es un enfoque simplista, lo sé, pero seductor) y así tendríamos al niño llorón, el solitario, el pegón... Y está el niño tocanarices. El niño tocanarices empleará todo el potencial de su inteligencia en sacarte de quicio. No tiene por qué ser un niño, además, inteligente; eso es secundario. Lo que cuenta verdaderamente es el esfuerzo que empleará el crío en que te entren ganas de llorar. Ejemplo práctico de un niño tocanarices, tocán