El techo psicológico

        Tuve un alumno una vez que, sin dar muestras de poder aspirar al Nobel, sí que daba las suficientes muestras de inteligencia y capacidad de trabajo como para completar una formación superior. El problema radicaba en las nulas facilidades que daba la familia a su estudio; estaba siempre al cuidado de los hermanos menores, hacía la compra y recados por la tarde para sus padres, lo ponían a estudiar con la tele de fondo... 

Si a un estudiante, si a un niño, que por naturaleza va a preferir jugar o estar con los amigotes, le pones difícil eso de ponerse a estudiar pues los docentes lo tenemos todo perdido. 

Como cualquier maestra en mi situación aproveché que a recoger las notas vino papá en vez de mamá (que solía acudir a las tutorías) para hablar maravillas del niño y pedir que se le facilitasen las condiciones para estudiar en casa. La respuesta me dejó muda:

- ¿Y pa qué tanto estudio, si él va a ser (inserte aquí oficio sin cualificación, sin gran remuneración y muy exigente físicamente) como su padre?

¿Os imagináis tener predestinado vuestro futuro con tan solo diez años? Predestinado puesto que el entorno que os podría dar las facilidades y medios para desarrollar vuestro camino académico y profesional ya ha tomado la decisión de un futuro que, aunque válido, podría y debería ser mejorable. Si pudiera elegir el futuro de alguien me gustaría que tuviese una profesión cómoda, carente de peligros y bien pagada, para mí es obvio.


Esta anécdota se me viene en ocasiones a la cabeza, ¿realmente determina el entorno? ¿No es posible moverse, ascender del nicho socioeconómico en el que nacemos? 

Evidentemente sabemos que sí, que la formación académica es uno de esos factores que permiten acceder a un puesto profesional más cualificado, por lo general mejor pagado y tener una vida más cómoda que la generación precedente (en las implicaciones de crisis, pandemia y precio de la vivienda entraremos en otro momento). Pese a esto observo en mi entorno un respetable número de personas procedentes de hogares humildes, de hogares de gente trabajadora, que estudió una carrera universitaria con esfuerzos (económico y de todo tipo) que directamente y con su flamante título bajo el brazo, buscó un trabajo sin cualificación, a veces incluso sin contrato, y ahí llevan estancados diez, quince, veinte años.

No hablo de familias en o de o situaciones de necesidad. Cuando te hace falta evidentemente buscas trabajo de lo que sea, el primero que sale. Hablo de situaciones donde la economía no era impedimento para invertir algo de tiempo en encontrar un trabajo donde se requiriese ese papel que te ha costado cuatro o cinco años y muchos miles de euros conseguir.

Tuve un compañero de carrera con el que me cruzo a menudo (ahora no, en prepandemia). Tenemos la misma titulación e incluso él terminó los estudios antes que yo. Tal como terminó su padre lo metió en la empresa donde tenía conocidos y ahí sigue más de 20 años después, picando calles. Si esa era la idea, ¿para qué un título universitario? 

Conozco otro caso reciente. Título universitario recién sacado y la opción que se le ocurre y que la familia apoya, es limpiar por horas portales y casas con mamá. Seis euros la hora, muchas de esas sin contrato. De nuevo, ¿para qué un título universitario?


¿Existe una zona de confort socioeconómico de la que nos cuesta salir? ¿Existe un techo mental, imaginario, que impide a ciertas personas ascender? ¿Viene autocondicionado o influye el mensaje intencionado o implícito que se recibe desde el ámbito familiar?

He trabajado en muchas ocasiones en centros donde el alumnado sentía que su falta de recursos y su entorno físico eran completamente determinantes para su futuro, con lo cual de entrada no aprovechaban la herramienta de la educación (gratuita, pública y universal) que todos tienen a su alcance. Los docentes de estos centros sembramos todos los días esa semilla de esperanza que le dice a un chaval que podrá ser lo que quiera. ¿Esto se hace también desde casa?

Comentarios

  1. Totalmente de acuerdo con lo que comentas. A veces sientes que estás predicando en el desierto, en estos casos. Y es muy, muy triste.
    Un abrazo.

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  2. ¡Vuelve a escribir guapísima! Me encantaba abrir está ventana y leerte 😘❤️

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