El clavo que sobresale siempre es amartillado

Se llamaba como una virgen mexicana porque su madre, angustiada durante el parto, se encomendó a esa figura que ni siquiera había tenido tradición familiar. Un vez acabado el parto, que parece que no fue sino un parto normal vivido por una primeriza, le puso a la niña el nombre de la virgen nunca antes nombrada dejando a toda la familia con la boca abierta.

Cuando yo la conocí tenía quince años, un pelo castaño que le llegaba por la cintura, el mejor conjunto de la colección de Mango de aquel año, y una personalidad arrolladora.

¿Cómo olvidar esta colección de ropa?
 
Recuerdo que me compré la misma falda que ella en cuanto pude pero que al enseñarla en casa mi padre me mandó directa a la tienda con la falda y cinco mil pesetas más en forma de soborno "para que te compres algo con más tela".

Mi amiga esta del insti, aunque no llegamos a ser íntimas, era guay. Lo guay que se puede ser a los quince, ya me entendéis, pero al menos destacaba por encima de esa masa de borreguitas que eran las niñas de segundo de BUP de mi insti. Mismo pelo, misma cara de boba, mismo pantalón vaquero.

Ella no vestía igual, no pensaba igual, y no actuaba igual. Era refrescante. Y no sacaba muy buenas notas. Así que sus padres la amenazaban constantemente con eso del internado.

Hasta se enamoró. Y fíjate que hasta en eso fue especial, porque no se enamoró del más guapo, ni del más listo, ni del más guay. Se enamoró y punto.

Así que un día a la enamorada se le echó la noche encima hablando en un banco en la calle.

- Te lo juro, tía, que solamente estuvimos ahí, hablando- Me decía, entre lágrimas, justo después de decirme que pensó que era tardísimo cuando el sol comenzó a salir de nuevo.

Ella no volvió de las vacaciones de semana santa, porque lo del internado fue verdad.

Así que no la volví a ver.

Bueno, quince años después, vi a una chica con su cara, y su pelo pero cortado, y empujando un carrito de bebé de esos clásicos. Esa chica iba vestida como todas las demás pijas, con esa horrible ropa beig, con esas estúpidas bailarinas que se ponen las pijas del mundo para justificar que corren detrás de unos hijos de los que en realidad pasan olímpicamente.

De vez en cuando me acuerdo de ella. De la chica que conocí con quince años y a la que no reconocí en su gemela de la media melena.

Y entonces pienso en mi, y en si alguien reconocería ahora a la que conoció, cuando la que tenía quince años era yo.

Comentarios

  1. La verdad es que la preguntita da un poco vértigo.

    Mi respuesta creo que es un "sí, pero". A lo mejor porque no quiero admitir que es un no, yo qué sé.

    Vaya historia, Lileth...

    ResponderEliminar
  2. Qué bien lo cuentas... A veces yo también me lo pregunto, si he cambiado tanto.. y tú eres mucho más joven, pero a los cuarenta y algo, con hijos ya empezando a ser independientes, te planteas si lo que soñabas que pasaría contigo de mayor era esto o si la vida te ha pasado por encima.

    Besos.

    ResponderEliminar
  3. Pues supongo que dependerá a quien le preguntes...yo sí creo que he cambiado y probablemente alguien que no me conociera mucho pensará que he cambiado una barbaridad jejeje

    ResponderEliminar
  4. yo hace 8 años volvi a encontrarme con mis compañeros del cole y me dijeron que no habia cambiado, fisicamente me reconocieron enseguida, pero despues de la cena me dijeron que seguia con esa personalidad que tanto me caracteriza

    ResponderEliminar
  5. fijate... como cambian las cosas.
    ahora, pobre chiquilla, vaya padres mas radicales. menuda manera de cortarle las alas.
    esa campanya... esa campanya de mango es absolutamente legendaria. siempre siempre siempre la recuerdo. brutal.
    besito!
    LP

    ResponderEliminar
  6. Vértigo absoluto, pero qué bonito y profundo te ha quedado.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario