Semana a tope

La primera semana con los niños en clase es un tremendo caos. No tenemos los libros de texto, no están impuestas las rutinas que tan bien vienen a maestros y alumnos y además están todos acostumbrados a esa vida laxa del verano donde se duerme, come, bebe, se grita y se hace pis cuando al cuerpo le viene en gana.

Sumamos a estos unas temperaturas máximas en la semana bastante por encima de los treinta grados que han hecho, literalmente, que los nenes de mi clase se quedasen pegados a las sillitas del sudor, que la maestra abriese y cerrase la boca como los peces fuera del agua y que montarse en el coche para volver a casa fuese una auténtica tortura.

La maestra, esta que os habla, ha notado a lo largo de la semana cómo le crecían las ojeras; en serio, noto cómo la piel se me estira hacia abajo y se me ennegrece el contorno. No falla, lo noto físicamente y cuando me miro al espejo es así. Estoy hecha un cromo.

Además, en lo personal hubo quien necesitó de mi el lunes, el martes, el miércoles, bautizo el jueves... He llegado al viernes, al fin de semana, con un desgaste que me ha hecho pisar el freno, decir que hasta aquí he llegado puesto que además de mi mochila personal llevo, de un tiempo a esta parte, carga de mochilas ajenas, con más o menos buena voluntad, pero con la necesidad de tomarme un respiro de vez en cuando.

Este fin de semana que nadie cuente conmigo, el móvil está silenciado o apagado, voy a dedicarme a mi, a la Madrid Cibeles Fashion Week y voy a predicar con el ejemplo ese egoísmo que la gente lleva por bandera disfrazado de "me tengo que cuidar".

Buen finde a todos.

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