Conclusiones de la semana, ahora que las pienso por la mañana

Esta semana se me ha hecho realmente corta, la verdad. Lunes interminable, como todos, aunque productivo en el trabajo y la verdad es que ya que tenemos que hacer la tarde qué menos que ver cómo se van cumpliendo objetivos.

Con los niños bastante bien, aunque están muy revoltosos con la llegada de la primavera, han rendido bastante bien en cuanto a los contenidos que quiero que cubran. La suma con llevada la han captado relativamente bien, teniendo en cuenta que la voy a seguir trabajando (obviamente) hasta final de curso. La reorganización de los apoyos (con la implicación de la maestra que los imparte, que ha tardado en llegar pero ha llegado) ha sido beneficiosa para los niños y los profes, así que es una cosa más a celebrar.

Además, cumplí objetivos el jueves de compras, puesto que conseguí comprar los regalos que me tenía atrasados y los que se me venían encima, así que genial.

Ayer viernes, aunque me había prometido a mi misma una siesta legendaria, me dió una de mis picadas (que consisten en poner en marcha algo que llevo rumiando en mi cabeza durante días) y me apunté al gimnasio del barrio, y me quedé, ya que estaba... Así que hoy tengo dolores varios en ciertas partes del cuerpo. Quiero retomar, además de la forma física, el bienestar que da el ejercicio físico.

Y, además de todo, he tenido tiempo de darle al coco y llegar a una serie de conclusiones de la semana:

- Da igual tener intenciones, si no se ponen en práctica.

- Nunca es tarde para poner en marcha proyectos personales, intelectuales, laborales...

- El esfuerzo le da más miedo a la gente de lo que parece.

- Todo el mundo tiene un precio. Todo. Los niños más malos se rinden ante la promesa de un par de caramelos. Los trabajadores más vagos corren a trabajar ante la visita del señor inspector. Incluso el periodista que te parecía más serio puede venderse al sensacionalismo.

-  Hay personas que piensan que estar en desacuerdo con algo debe obligar al mundo a cambiar las cosas a su antojo.

- La puerta de la azotea me odia, se niega a abrirse cuando soy yo la que lleva la llave en la mano y se abre dócilmente cuando lo quiere el Señor X.

- Mejor hacer la maniobra chunga con el coche a las 9 de la mañana y no a las dos de la tarde. Mejor no tener que usar la marcha atrás cuando hay niños saliendo del colegio.

- Los zapatos que tenías pensado ponerte se esconderán cuando los vayas a buscar, con un grado de éxito proporcional a lo tempranas que sean las horas en que ls buscas.

- Da igual la insistencia con la que pidas a suegra y madre la lista de invitados a la boda, que se harán las tontas, te pondrán de los nervios y te entrarán ganas de gritarles. Por si no ha quedado claro, ¡NECESITO LA LISTA DE INVITADOSYA, LEÑE!

- Independientemente del esfuerzo que ponga la maestra en que fulanito escriba algo, si a fulanito no le sale de los huevos, no hay nada que hacer. Así de claro.

- Estoy convencida que la madre de Danielito le da café cargado de desayunar. O Redbull. O los dos. Solo por fastidiarme y ver a dónde pueden llegar mis nervios.

- Salir con las amigas y echar unas charlas es de las mejores cosas de la vida.

- Demasiada gente necesita demasiadas cosas para ser feliz.


A ver qué conclusiones me depara la próxima semana.

Comentarios

  1. El primer día en el gimnasio es siempre el peor.Luego dejas de ir y ya se lleva mejor ;P

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  2. Me parto, doctora, XD espero tener ánimo el lunes o el martes para volver.

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  3. Tengo a Danielito en el alma,casi seguro que llevas razón, le dará alguna de esas bebidas y el pobre nene llega a 100 por hora. Me encanta lo que escribes. Un saludo.

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  4. En mi caso lo peor no fue hacer la lista de invitados... sino colocarlos en las mesas.
    Que si el primo fulanito no puede sentarse con el primo menganito, que si, que no...
    Y a todo esto, yo en San Fernando y la jefa en Huelva, y las cosas por internet... que tiempos jajajaja

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