Una cosa lleva a la otra

Después de los escasos años que llevo dando clase creo que he encontrado un patrón de comportamiento y sucesos que ocurren invariablemente cuando sacas a los niños del aula, tanto en las excursiones largas como en las cortitas. Así, cuando planeas una salida del aula, ya puedes contar con que eso llevará a una serie de consecuencias de las que no te va a salvar ni la madre del topo.

A saber:

- Si la salida implica algún medio de transporte como el tren o el bus (sobre todo este último) habrá al menos un niño que vomite. El niño, además, invariablemente habrá hecho un desayuno copioso. Vaya, que de todos los niños que se quejan a diario de hambre antes de las diez de la mañana resulta que el que se marea es un glotón. De regalo a alguno de los compañeros le dará tanto asco que es posible que vomite. En un cincuenta por ciento de los casos el que vomita a la ida vomita a la vuelta.

- Si vas por la calle andando en fila, ésta nunca nunca se hará de forma ordenada. A lo máximo que aspirará el maestro es a esto:


- Si la salida implica desplazarse a pie a alguien se le romperá el zapato. Puede que incluso sea a una de las maestras.

- Si la excursión lleva consigo meter a los niños en un lugar a oscuras, como un cine, teatro, planetario o similar uno de ellos, al menos, se quedará dormido.

- Si la excursión supone más de un día fuera de casa uno se pondrá malo y tendrás que llamar a su madre, llevarlo al médico y/o mandarlo a la farmacia. Si se trata de más de dos días uno se estreñirá.

- Si los asientos en el medio de transporte son por parejas, nadie querrá sentarse con el plasta de la clase. Encima tendrás que sentarte al lado del plasta de la clase y lo malo no es que puede que recuerdes que en tu infancia en las excursiones a menudo te sentabas con el profe, sino que el plasta de la clase suele ser el que vomita.

- El niño que peor se porta de toda la clase, el que te pone de los nervios, el que te motiva desear con fuerza las vacaciones, siempre, siempre, siempre, irá a la excursión. Habrás rezado porque los padres no lo dejen ir, por que le de una fiebrecilla o una gastroenteritis, pero no, el niño va a ir.

- Al menos uno de los niños llorará.


Os prometo que no falla ni una de estas cosas cada vez que pongo un pie con mis niños fuera de la clase.

Comentarios

  1. jajajajaa!! yo trabajo como coordinadora de granja escuela y te aseguro que cuando entro en urgencias ya ni me preguntan de donde vengo,el de la farmacia ya me conoce y el concepto "fila" me suena!!! cuanto te entiendo....

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  2. Yo era de las que vomitaba y mi madre que era de remedios antiguos nunca le dio por pensar que las farmacias están para algo...sino que era mejor ponernos a mi hermana y a mi una aspirina en el ombligo con dos esparadrapos en forma de cruz aguantando la aspirina...Así que fui una victima de la vomitera toda mi vida en cuanto me subía al autobús,por eso ahora les tengo tirria!!.

    Saludos.

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  3. Jajajajajaja, pero que sufridas sois las profesoras, no sé como teneis ganas de actividades,que los chiquillos se ponen nerviosos ( aun más) y no hay quien los aguante....

    Besucos.

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  4. Para que luego digan que ser profe es fácil. Yo nunca fui de los que vomitaban ni de los que iban solos, ni nada por el estilo, pero siempre vi cosas que me hicieron dar gracias por no ser quién e hacía cargo de aquella jauría xD. Un muaa guapa!

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  5. Buff sudores fríos me provocarían a mí esas salidas con los niños...; qué paciencia tenéis que tener las maestras.
    Un besooo

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  6. Adoro como describes la profesión...por eso te seguí desde que te descubrí y lo sigo haciendo. Un besito.

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