De boda, de boda, de boda... Crónica III de la boda cordobesa de Akliman

Me he pasado toda la noche endiñándole tortazos al Señor X a ver si deja de pegar ronquidos, cosa trabajosa cuando cada uno duerme en una cama. Cuando me desvelo al fin, el nene decide que se calla y duerme sin hacer ruido. Me acuerdo de que hay gente que deja de respirar dormida y me paso el resto de la madrugada dándome yuyu cuando no lo oigo. Esto del amor es un asunto complejo y retorcido.

El despertador suena demasiado pronto y me meto de cabeza en la ducha. Lo que haré con mi pelo para la boda es todavía una incógnita (improviso mucho en estas cosas porque mi pelo cada día se comporta de una forma diferente).

Cuando me coloco el vestido de Pronovias veo que de tanto miedo que me ha metido mi madre con que no me entre me queda que casi se me cae. El escotillo palabra de honor es un balcón abierto a quien quiera mirar. Menos mal que llevo un "algo raro" por encima. El pelo, al final, con un semirrecogido y el tocado puesto en todo lo alto.

Decido, en el último momento ponerme unos taconazos alternativos pero que me sujetan mejor el pie, por si hay que andar mucho desde el bus hasta la mezquita y eso se convierte en el acierto del día.

Salgo de la habitación y los amigos frikis de Akliman me pregunta si mi tocado es alguna alegoría a los seres de los bosques, soy una elfa o qué. Pues tampoco me lo he planteado, oye, lo veo mono y ya está.

La novia aparece radiante y tranquila, como chutada a valium, pero sin la mirada ida. La ayudo a colocarse el traje para las fotos y la fotógrafa me hace una maravillosa foto agachada colocando el celo con el culo en pompa. Qué simpática la mujer.

Salimos pitando al bus que nos lleva al centro de Córdoba y nos deja al lado de Cruz roja. Desde allí, andando por toda la judería, en tacones, por las piedras, hasta la mezquita. Al principio seguimos al grupo, pero luego seguimos a uno que dice que es guía y al final nos lleva por el camino más largo. Me cae fatal.

Llego con los pies intactos, no se me ha doblado ninguno de los tobillos y el sudor de la mañana cordobesa no se me nota. Es un logro.

Esperamos a los novios, nos hacemos unas fotillos, admiramos (porque era de admirar) la capillita donde va a ser la ceremonia y el fruto de mis desvelos nocturnos huye en busca de una farmacia donde vendan tapones de los oídos.

Vuelve justo cuando empieza la ceremonia. Me he colocado en un lateral, donde se ven bien las miraditas de los novios. Los amigos frikis del novio le hacen señas de que aborte la operación, hacen como que se cuelgan de una viga y le dicen, por señas, que aún está a tiempo de pensárselo. Yo, que me aburro como una ostra hago fotos con el móvil y me echo una partidilla al Monopoly.

A la salida, momento arroz y fotos de grupo (una de ellas se puede ver en el blog de Akli, una en la que afortunadamente no salgo) y salimos pitando de nuevo hacia el bus. Por el camino voy mirando de reojo las babuchas que venden en las tiendas de turistas. Tentaciones me dan, pero me contengo.

La judería y sus calles empedradas me impiden disfrutar del momento y se me ocurre hacer un post que se llame "1001 Formas de torturar a una invitada", donde hablo de camas de 1'35, novios que roncan y calles empedradas por las que andar con tacones.

Al bus llego con los pies doloridos y la dignidad intacta, porque otras invitadas aparecen con los tacones en la mano. A los chicos también los llevo en el alma, con traje de chaqueta con el calor que hace ya a esa hora de la mañana.

Cuando llegamos al hotel comienzan a cebarnos con cosas ricas y siguen cebándonos a buen ritmo hasta las 5 y media de la tarde.

Durante el convite soportamos a los de la mesa de al lado (uno de ellos, el falso guía) que grita, hace brindis, jalea a los novios y a todo el que se menea con un "que se besen, que se besen" y que hacen que los de mi mesa pensemos en el adorno de centro como un excelente proyectil ofensivo. Éste es el tipo de cosas que hacen que odie las bodas.

Después comienza la barra libre.

Vodka con naranja+vodka con naranja+vodka con naranja+... perder la cuenta...+vodka con naranja dan como resultado que las invitadas (yo) pierdan la compostura y bailen de forma muy sentida a Héroes del Silencio, Metallica, AC&DC y sigan sabiendo sentarse con Paquito el chocolatero (desinhibida pero cabal, chavales).

A las ocho de la tarde, cuando caigo en la cuenta de que quedan dos horas de baile y barra libre decido que paso y me cambio el vestido por otro más cómodo y los zapatos por unas.... chanclas. Sí, lo sé, es horrible, pero tengo los pies destrozados tras diez horas con tacones, el paseo por la judería, se casa mi amigo y lo quiero celebrar.

Con las chanclas me siento liberada y lo bailo todo, todo y todo. Supongo que el nivel de alcohol en sangre también influye. Primas de la novia me miran raro (también me miraban raro de antes, así que no me alarmo).

A las diez el fiestorro se desplaza hasta el hotel donde seguimos de barra libre. Por el camino le digo al Señor X que no me la cogía tan gorda desde... desde otra vez que salí con Akliman, así que decidimos que es una mala influencia y que no se lo presentaremos a nuestros hijos.

Gracias al maravilloso efecto del Hidroxil consigo meterme en la cama esa noche cansada, duchada, dolorida, con un principio de agujetas de bailar y mis tapones bien puestos en los oidos.

Al fin duermo la noche de un tirón.

Comentarios

  1. No se que pasa, que cada vez que nos juntamos sales con una papa de escandalo. Besos guapa

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