Logopedia de urgencia

Estos días, por eso de que va haciendo un año, me acuerdo de los colegios por los que fui pasando en la isla de Tenerife. Y, con los colegios, me acuerdo de los niños... Y es verdad eso que dicen que más te acuerdas del que más guerra te dio.

En el primer cole (barrio marginal, familias desectructuradas, padres en la cárcel...) tuve un niño con rotacismo o, lo que es lo mismo (creo), problemas de articulación en el fonema /r/ de forma que decía "doto" en vez de "roto". Además del rotacismo, el nene presentaba sigmatismo oral (dificultad de pronunciar la "s" por una mala posición de la lengua) por lo que oírlo hablar era como estar en un episodio de South Park.

Este crío, K, tenía muchos problemas de control de agresividad y llevaba cosas afiladas en la mochila "pa matá". Ahora que lo veo de lejos casi mejor llevar las cosas afiladas que las cucarachas que salían de la mochila de otro de sus compañeros, que ni se inmutaba porque eran de lo más normal en su hogar.

K tenía una riqueza de vocabulario que pasmaba (para insultar, se entiende) y una creatividad a la hora de combinar los tacos que era digna de elogio. Los primeros días me dediqué a intentar que moderara la lengua pero no me sirvió absolutamente de nada.

Y estos días, como iba diciendo, me acuerdo de que terminé sacando mi lado práctico cuando escuchaba a K insultar a los compañeros:

- ¡¡¡Edez un hijo de peddda!!!- Gritaba K a su compañero de atrás.
- K!!!! Por dios! - Saltaba yo- Al menos dílo bien, de perra, perrrrrrrrrra, K, a ver, inténtalo.
- De pedddddddddda - Se esforzaba K.

Comentarios

  1. La verdad, Paty, es que se establecen relaciones de cariño entre maestros y alumnos muy a menudo.

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