Tarde de sábado

Llevo un par de días pensando cuándo empecé esta nueva vida que llevo ahora. Y me he dado cuenta que no fue, como pensaba, cuando eché la bolsa para las islas.



El primer día de mi nueva vida comenzó a finales de julio de 2006, cuando me hice el curso de Español para extranjeros en La UNIA, en la sede de Santa María de La Rábida. Fue ahí donde empecé a ampliar mis horizontes y a conocer tanta gente nueva.



Quizá es una de las cosas que lleve peor de esta vida, conocer tanta gente y tener que irme a otro lugar. Aprender nombres, asociarlos con caras, tomarles cariño y tener que despedirme.



Para mi lo más fácil es hablar por el messenger. La verdad es que no me gusta demasiado el teléfono, nunca encuentro el momento de llamar a nadie; siempre me parece demasiado temprano o demasiado tarde.



De todas formas, desde que vivo fuera de Huelva varios meses al año, el contacto físico es lo que más añoro al principio. Después, cuando vuelvo después de un par de meses sin haber tenido ese contacto con nadie se me hace rarísimo al llegar.



Ahora vivo en una residencia de estudiantes y al menos tengo gente alrededor para hablar a la hora de las comidas. En las ocasiones en que vivo sola, levantarme el domingo y no hablar con nadie en cuatro o cinco horas se puede hacer eterno.



Esta noche iré a cenar a un mexicano con las compañeras de la residencia. También echo de menos salir. Porque esté donde esté, hoy es fin de semana.