Naranja


Esta mañana he tenido que bajar a Santa Cruz para ir a Delegación a resolver unos papeleos. Bajé en guagua, en la 015. Hice mis recados, me dí la vuelta de rigor en El Corte Inglés y, cuando conseguí controlar la decepción de saber que hoy no me iban a nombrar me dispuse a subir de nuevo hasta La Laguna en Tranvía.


Me senté de frente al sentido de la marcha (me mareo con la facilidad de un marinero en tierra) y me puse el Ipod para que los cuarenta minutos de subida se me pasaran rápido.


No había aún llegado a Weyler, que ya había reparado en la cantidad de personas que habían subido al tranvía con un extraño color de piel: naranja.


En Canarias la cultura de sol y playa es importante, y a todas luces a la gente les resulta muy favorecedor y atractivo un tono de piel subidito.


Así que naranja.


Observé a una señora teñida de rubio con mechas oscuras, cincuentona, que agarraba su falso bolso Tous de forma que enseñara sus anillos a todo el vagón; esta señora también estaba naranja. Tan naranja que parecía un clon no deportista de Naranjito.

Dos treintañeras ruidosas entran presumiendo de vaqueros apretados en la parada de Cruz de piedra. Naranjas. Ambas.


Me resulta curioso y me paro a pensar la de tiempo libre que tiene la gente, para poder estar tumbada al sol cogiendo color, vuelta y vuelta... También es una irresponsabilidad, coger tanto color, sin protección, porque queda hasta feo...


Una señora naranja se me sienta al lado. Me ofrece chicle amablemente. De menta. Declino su invitación.


- Tú no me engañas- Pienso.- Aunque uses chicles de menta lo he adivinado; tú hueles a ...¡autobronceador del malo!


Me sonrío a mí misma, satisfecha... Hasta que recuerdo por qué reconozco ese olor. Es el mismo olor que se me quedó aquella vez que me eché uno de esos y quedé naranja, a rayas porque no lo extendí bien y tardaba tanto en irse que opté por darme en las piernas con piedra pómez...
Desde ese día no he vuelto a confiar en un autobronceador. Aunque sea de Christian Dior.


Comentarios

  1. Jajajaja.... tía yo una vez también me quedé naranja, los dedos como de haber comido risquetos.. exagerado. Y la boda a la que fui los dedos sin saber donde meterlos.. qué gracia¡¡ Y que peste tía.. yo montada en el bus huelva-sevilla y pensando que mal huele la que va al lado mio... y era yooo con el autobronceador
    Ofúuuu nunca más

    ResponderEliminar
  2. jajajjajajja!a mi tampoco me gusta por eso. Una vez me lo eche en la cara y no sabes que manchurrones. En verano compro el de Jhonsons para echarmelo en las piernas que siempre las tengo más blancas que el resto del cuerpo!
    TODOS huelen mal..
    besos

    ResponderEliminar
  3. Exacto, por mucho q anuncien q no huelen... mentira y grande!!!!, huelen fatal todos... alomejor en algunos el olor es un poco menos fuerte, pero tambien huelen.... Yo antes los usaba, pero el año pasado para evitar tentaciones los tiré todos a la basura, jeje quien evita la tentación evita el peligro.

    Muakk

    ResponderEliminar
  4. Yo en crema no he usado nunca niguno, más que nada porque no soporto las cremas, no tengo paciencia para extenderlas así que imaginaros si es autobronceadora... Iba a quedar como un cuadro!! Pero probé las toallitas autobronceadoras de Comodines y me van superbien, además, como son inmensas (vienen para que una te llegue para todo el cuerpo) con una mantengo la cara con colorcillo como un mes y medio (si consigues que no se seque). Creo que la clave está en usar autobronceadores a base de caña de azúcar, que quedan uniformes, o eso me han comentado. Lo cierto es que con las toallitas nunca me han quedado marcas, y dejan un color muy majo... aunque es cierto que huelen un poco...raro...

    ResponderEliminar

Publicar un comentario