Días extraños

Hoy, desde que me levanté, noté que no era un día como los demás.



Llegué a la parada de guaguas y dos guaguas que no eran la mía pasaron de largo. Ninguna mañana había visto pasar guagua alguna. Cuando llegó mi guagua, en vez de montarme sola como todas las mañanas, nos montamos cinco personas.



Llegué a la parada de guaguas y ya estaba aparcada la 051. Hasta ahora siempre había venido al andén justo antes de salir.



Mientras salía la guagua me fijé que la chica que va vestida de militar no cogió su bus esta mañana.



Mi guagua cogió por donde siempre, pero en la parada de la parte de las palmeras no se subió la señora con la chaqueta de chenilla. Tampoco el chico de las sudaderas coloristas. El bus iba inusualmente lleno. En la cuesta esa donde la guagua parece rozarse con los coches del otro carril y con la pared de la derecha no hubo hoy problemas. Al final de la cuesta estaba el señor de siempre, pero sin su habitual bolsa de "deportes base".



Al llegar a la curva de la cruz las señoras del bus se presignaron, como siempre, pero eso no despejó la atmósfera especial y diferente que se respiraba.



No sé por qué, pero sentir el ambiente diferente me hizo llegar calmada y relajada al colegio (10 minutos más tarde que todos los días). Preparé mis clases, las flashcards de francés... Los niños muy buenos...



Así que esta tarde para celebrar el ambiente he hecho algo dierente: me he ido a la peluquería y me he dado un homenaje. Corte de flequillo, recorte de capas con masaje incluído.



A ver si los vientos de cambio mejoran el ambiente.

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