Au revoir, été.

Al verano le quedan dos mareas. Por llamarlo de alguna forma, porque menudo veranito.
Los 22 grados de noche (y menos aún) han sido una constante, así que este año no ha habido noches calurosas en un chiringuito a la orilla del mar.

De hecho no ha habido días calurosos a la orilla del mar. Algún día por encima de los 35, dos rozando los 40... Eso aquí no es nada.

Y con el fin del verano empiezo a inquietarme y vivo literalmente con la nariz pegada al ordenador consultando compulsivamente la página de la Junta de Canarias, a ver si actualizan las listas de una vez y me puedo hacer una idea e cuándo tendré que pillar un avión.

Por otra parte, ya estoy haciendo listas, mentales y escritas, de todo lo que necesitaría llevarme esta vez. Distingo entre dos destinos: lluvioso y/o frío y la zona sur de Tenerife.

Abrigos y parkas para el primero, bikinis para el segundo.

También hago listas de mis cosméticos imprescindibles, viendo lo que me puedo llevar en botes pequeños y ahorrar en peso y espacio.

Una odisea.

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