¡No me lo puedo creer! (O de cómo he tenido un momento surrealista a primera hora de la mañana)
Reconozco que no hice magisterio por vocación. Yo tiraba más a carrera de ciencias. Yo quería ser, la verdad, bióloga. Pero de esas que terminan haciendo cosas en el laboratorio y tal, y tal vez descubrir algo con el microscopio. Pero ni me dió el coco, ni la oferta de carreras de mi ciudad ni el idealismo de los principios de la juventud. Así que terminé en magisterio porque tampoco había nada más que me gustase después de salir despavorida de geología y sus clases de cinco horas de matemáticas. Historia siempre me pareció un peñazo, filología inglesa para qué, si soy de francés, estudiar derecho ni amarrada, las carreras de ciencias purísimas descartadas y enfermeria ni me lo planteé porque no solamente es que sea aprensiva, es que me da un asco tremendo todo lo que tenga que ver con el cuerpo humano. Todo. Por eso, magisterio. Al padre de mi J lo operaron la semana pasada. Me advirtió del hecho no porque tengamos una gran amistad, sino porque la niña iba a estar sin venir ha